martes, 25 de junio de 2013

Rayarse tatuajes en la piel: en busca de un sentido

POR: Luis Fernando Orduz y Andrea Escobar-Altare
EN: Revista de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis (2011) Vol. 36 No. 2

Para algunos autores como Ramos (2002) el tatuaje puede ser comprendido como marcas que dan significado al cuerpo y le confieren cierta singularidad; desde este vértice se podría plantear que el sujeto que se tatúa no se encuentra alineado en un deseo social común: en el sujeto existe la necesidad de diferenciarse del Otro, y es esta necesidad la que lo lleva a buscar trazos que lo identifiquen a manera de marcas perdurables. La marca sobre el cuerpo permite recuperar y apropiarse de nuevo de un cuerpo, volvemos a la idea de topos aristotélico en el cual un cuerpo sustituye a otro. La marginalidad no solo debe entenderse como símbolo de la exclusión, sino también de formas alternas de creación que rompen con la constitución de lo normativo, pero posiblemente, y tan sólo, para instituir otra normatividad.

Para Levi-Strauss el decorado es y al mismo tiempo crea el rostro, es un agregado que confiere un ser social, un sentido espiritual más allá de la existencia biológica. El hombre que construye una marca sobre su cuerpo pretende no solo representar sino instituir algo; a la manera del Teatro en Oriente, se actúa para ser alguien: el gesto, el acto puede ser estudiado durante toda una vida, no es un acto momentáneo. De alguna manera nos vamos introduciendo en la noción de máscara (…) persona.

Esto puede observarse en el tatuaje que hace afirmación de identidad, se evidencia en algunas tribus urbanas como “los Cholos”, ó “la Mara Salvatrucha”: La alteración y decoración del cuerpo por medio del tatuaje, reafirma la pertenencia a una localidad ó una etnia. Algunos Cholos tatúan el nombre del barrio al que pertenecen en el vientre, en el pecho ó la espalda, imágenes ó íconos que aparecen en las paredes del barrio ó en el cuerpo. A la manera de la noción de narcisismo primario en donde no existe una diferenciación yo mundo exterior. El otro, el que no tiene los mismos tatuajes, pertenece a otra localidad, es decir, proviene de otro orden simbólico. Por tanto hay que eliminarle; es aquel al que hay que destruirle su corporalidad y con este, su identidad.

Tal vez el tatuaje es la mejor manera de plantear cómo el pasado hace presencia y se resiste a ser historia ó recuerdo, tal vez por ello algunos se tatúan en sus cuerpos el nombre ó la forma real sin hacer ningún proceso de elaboración ó transformación. El tatuaje de la flor, de la moto, del nombre ó el rostro del ser amado, es un intento primario de aprehensión del otro en mí ser. Y así como hay una inscripción directa de la flor en el cuerpo, a la manera de Magritte: no necesariamente una flor es una flor.

Para algunas tribus urbanas el tatuaje no sólo es una impresión fotográfica, sino que empieza a tener connotaciones simbólicas; para la Mara Salvatrucha por ejemplo, las lágrimas en las mejillas por ejemplo, son un tatuaje que representa un homenaje a los muertos que se han dejado por el camino; los tatuajes de telarañas, son un símbolo del orgullo que significa que se ha estado en la cárcel, el reloj tatuado debe marcar la hora en la que se abandonó la cárcel y la cruz representa la muerte. Para López (2002) hablar del tatuaje es hablar del cuerpo como una realidad en construcción; portador de una historia, de un armado subjetivo, una inscripción en relación con otro; se lleva a cabo una reapropiación del cuerpo como espacio sagrado y la imagen tatuada como una palabra mágica, que evoca objetos perdidos, ausentes, añorados. O como signo de una convención social como en el caso de los Cholos o los Mareros; al hablar del tatuaje estamos hablando de un lenguaje.

Al referirnos al cuerpo, la escritura, y la referencia al otro, podemos establecer una relación entre el cuerpo y la comunicación: en la comunicación siempre está presente el cuerpo de los interlocutores, y se pone de presencia la necesidad y la búsqueda del contacto corporal-somático. El cuerpo se marca para hablarle al ojo del otro (Buriticá, 2001). Para López (2002), los tatuajes tienen dos tipos de efectos diferentes: a)el efecto que se espera producir en el que mira la imagen tatuada: la imagen mirada, y b) el efecto que la marca produce en el sujeto tatuado: la marca realizada. Para Buriticá (2001) La sustancia somática, originariamente indiferenciada, se demarca en unidades discretas para articularse entre sí y producir el sentido del cuerpo. Posee por lo tanto, su propia semántica (de placer y displacer) una sintáctica particular que corresponde al modo en que se relacionan las diferentes zonas corporales, y su propia pragmática que se traduce en la forma en que el cuerpo asume y usas sus letras.

El ser humano aprendió a inscribirse y desdoblarse en lo que habitaba: en la decoración, en la manipulación de instrumentos, en el diseño de objetos, en el atavío personal; esas etiquetas de moda que se portan para asistir a una conferencia ó a un coctel, al salir en el día ó al gozar en la noche. Como pensaba Freud, una misma experiencia pasa por diversas formas de ser representada: la vivida, la narrada, la escrita, la dibujada: los inventos humanos son extensiones de su cuerpo. Volviendo a la pregunta inicial: ¿Qué propició el descubrimiento del psicoanálisis?, ó ¿Dónde anidó el descubrimiento Freudiano? la respuesta a las dos preguntas es una: la Histeria, una enfermedad de la mente que deja sus efectos en el cuerpo, y lo convierte en un lugar de comunicación. Es el cuerpo el que le habla al neurofisiólogo de finales del siglo XIX y le dice que hay otro cuerpo mas allá del que teje la anatomía médica.

PARA ACCEDER A ARTÍCULO COMPLETO: http://www.socolpsi.org/lectores.html

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